Edward Osborne Wilson (1929 – 2021)
Humanity is a magnificent but fragile achievement. Our species is still more impressive because we are the culmination of an evolutionary epic that was continuously played out in great peril. ... We have created a Star Wars civilization with Stone Age emotions, medieval institutions, and godlike technology. We thrash about. We are terribly confused by the mere fact of our existence, and a danger to ourselves and to the rest of life.
—Edward O. Wilson (1)
Both Steven Pinker, an experimental psychologist at Harvard, and David Christian, the president of the International Big History Association, agree on the main characteristics that differentiate our species: language, collective learning (culture), and symbolic thinking (2,3). We now know that all these features were also present in Neanderthals and very likely in other members of the genus Homo. Regarding language, we also know that other animals show forms of communication. A few examples are the very common warnings against predators, the singing of birds during courtships or to delimit territory, and the ability of dolphins to identify each other as distinct individuals. Nevertheless, it is true that no other animal reaches a level of communication remotely close to the virtually infinite potential of human language (4).
In childhood, written language takes much longer to learn than oral language. While a child learns to speak very easily, only listening to his family when barely three years old, the learning of written language requires more age-related brain development and much more effort on the part of the educator and the student. Historically, there is a striking parallel in the difference between the emergence of oral language, possibly hundreds of thousands of years, and written language—only about 5,000 years. Evolution gave us the ability to imitate and to learn spoken language very early in our life. With those abilities, we acquire, as soon as possible, information necessary for a social species: our place in the group, what others expect from us, and other cultural traits necessary to be accepted (2). Our imitation tendency is so impregnated in our genes and instincts that we unconsciously tend to adopt not only the position of the body of whoever is with us but also their mood (5). However, we also know that imitation is common in other mammals and birds.
Regarding collective learning, we have already briefly reviewed the acquisition of culture in many other animal species (see the series of posts of this web about intelligences and cultures).
Finally, we regard symbolic thinking as a defining human characteristic, yet we may never fully know what an animal is thinking. Let us remember the anecdote of the chimpanzee Lana that was described in this post. Through sign language she compared the scientists who experimented with her (“you green shit”) to a substance that was not in sight and that we could interpret as a symbol of the despicable.
Frans de Waal suggests that we should reconsider the search, which can sometimes seem desperate, for what makes us different from other animals. He compares the search to the attitude of the queen in the tale of Snow White with her questions to the mirror about who the fairest in the land is—the mirror always telling the queen she was the fairest (4). Human beings, like the queen, appear to be on a constant quest to prove that they are superior. Let us recall Darwin's visionary claim regarding the continuity of traits between species, including mental differences. When we try to find one or more traits in ourselves that can differentiate us and represent a great qualitative leap compared to other living animals, we are forgetting the extinct species of hominins and Homo. They would exemplify the continuity postulated by Darwin. In what mental capacities and to what extent would we differ from Homo ergaster, from Neanderthals and Denisovans, or from Floresiensis and Luzonensis who shared this world with us until less than 100,000 years ago?
The evolutionary mechanism of the competitive exclusion principle (CEP) could explain the disappearance of other species that also possessed language, collective learning, and symbolic thinking (3). This principle states that two species can never share exactly the same ecological nichewithout one becoming extinct or being driven out because of competition for limited resources. Therefore, if two or more species are very similar, the one that adapts most effectively—Homo sapiens—prevails, without giving opportunity for the other species to evolve—to survive.
More about Homo sapiens and its planetary odyssey in coming posts…
Versión en Español:
La humanidad es un logro magnífico pero frágil. Nuestra especie es aún más impresionante porque somos la culminación de una epopeya evolutiva que se desarrolló continuamente en gran peligro. ... Hemos creado una civilización “Star Wars” con emociones de la Edad de Piedra, instituciones medievales y tecnología propia de dioses. Nos tiemblan las piernas. Estamos terriblemente confundidos por el mero hecho de nuestra existencia, y somos un peligro para nosotros mismos y para el resto de la vida.
—Edward O. Wilson (1)
Tanto Steven Pinker, psicólogo experimental de la Universidad de Harvard, como David Christian, presidente de la “International Big History Association”, coinciden en las principales características que diferencian a nuestra especie: el lenguaje, el aprendizaje colectivo (cultura) y el pensamiento simbólico (2,3). Ahora sabemos que todas estas características también estaban presentes en los neandertales y muy probablemente en otros miembros del género Homo. En cuanto al lenguaje, también sabemos que otros animales muestran formas de comunicación. Algunos ejemplos son las advertencias muy comunes contra los depredadores, el canto de las aves durante los cortejos o para delimitar el territorio, y la capacidad de los delfines para identificarse entre sí como individuos distintos. Sin embargo, es cierto que ningún otro animal alcanza un nivel de comunicación remotamente cercano al potencial prácticamente infinito del lenguaje humano (4).
En la infancia, el lenguaje escrito tarda mucho más en aprenderse que el lenguaje oral. Mientras que un niño aprende a hablar con mucha facilidad, solo escuchando a su familia cuando apenas tiene tres años, el aprendizaje del lenguaje escrito requiere más desarrollo cerebral relacionado con la edad y mucho más esfuerzo por parte del educador y el estudiante. Históricamente, hay un paralelo sorprendente en la diferencia entre la aparición del lenguaje oral, posiblemente cientos de miles de años, y el lenguaje escrito, solo unos 5,000 años. La evolución nos dio la capacidad de imitar y aprender el lenguaje hablado muy temprano en nuestra vida. Con esas habilidades, adquirimos, tan pronto como es posible, información necesaria para una especie social: nuestro lugar en el grupo, lo que otros esperan de nosotros y otros rasgos culturales necesarios para ser aceptados (2). Nuestra tendencia a la imitación está tan impregnada en nuestros genes e instintos que inconscientemente tendemos a adoptar no sólo la posición del cuerpo de quien está con nosotros, sino también su estado de ánimo (5). Sin embargo, también sabemos que la imitación es común en otros mamíferos y aves.
En cuanto al aprendizaje colectivo, ya hemos revisado brevemente la adquisición de la cultura en muchas otras especies animales (ver la serie de publicaciones en esta web sobre inteligencias y culturas).
Finalmente, consideramos el pensamiento simbólico como una característica humana definitoria, sin embargo, nunca sabremos completamente lo que un animal está pensando. Recordemos la anécdota del chimpancé Lana que fue descrita en este post. A través del lenguaje de señas comparó a los científicos que experimentaban con ella con una sustancia ("mierda verde") que no estaba a la vista y que podíamos interpretar como un símbolo de lo despreciable.
Frans de Waal sugiere que deberíamos reconsiderar la búsqueda, que a veces puede parecer desesperada, de lo que nos hace diferentes de otros animales. Compara esa búsqueda con la actitud de la reina en el cuento de Blancanieves y sus preguntas al espejo sobre quién es la más bella de la tierra, cuando el espejo siempre responde que ella (4). Los seres humanos, como la reina, parecemos estar en una búsqueda constante para demostrar que somos superiores. Recordemos la afirmación visionaria de Darwin con respecto a la continuidad de los rasgos entre las especies, incluidas las diferencias mentales. Cuando intentamos encontrar uno o más rasgos en nosotros mismos que puedan diferenciarnos y representar un gran salto cualitativo en comparación con otros animales vivos, estamos olvidando las especies extintas de homíninos y Homo. Estas especies ejemplificarían la continuidad postulada por Darwin. ¿En qué capacidades mentales y en qué medida nos diferenciaríamos de Homo ergaster, de los neandertales y denisovanos, o de los Floresiensis y Luzonensis que compartieron este mundo con nosotros hasta hace menos de 100.000 años?
El mecanismo evolutivo del principio de exclusión competitiva podría explicar la desaparición de otras especies que también poseían lenguaje, aprendizaje colectivo y pensamiento simbólico (3). Este principio establece que dos especies nunca pueden compartir exactamente el mismo nicho ecológico sin que una se extinga o sea expulsada debido a la competencia por recursos limitados. Por lo tanto, si dos o más especies son muy similares, prevalece la que se adapta de manera más efectiva, el Homo sapiens, sin dar oportunidad a que las otras especies evolucionen, para sobrevivir.
Más sobre el Homo sapiens y su odisea planetaria en próximas publicaciones...
Image / Imágenes:
Edward Osborne Wilson. Author / Autor: Ragesoss. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:E._O._Wilson_looking_down,_October_16,_2007.jpg. CC BY-SA 3.0, <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons.
References / Referencias:
1. Edward O. Wilson. The Social Conquest of Earth. Liveright Publishing Corporation, New York, 2012.
2. Steven Pinker. The Blank Slate. The Modern Denial of Human Nature. Allen Lane, Penguin Random House UK, 2002.
3. David Christian. Origin Story: A Big History of Everything. Allen Lane, Penguin Random House UK, London, 2018.Edward O. Wilson. The Meaning of Human Existence. Liveright Publishing Corporation, New York, 2014.
4. Frans de Waal. Are we Smart Enough to Know How Smart Animals are? W.W. Norton & Company, Inc., New York, NY, 2016.
5. Frans de Waal. Our Inner Ape. The Best and Worst of Human Nature. Granta Publications, London, 2005.
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