David Hume
One can take the ape out of the jungle, but not the jungle out of the ape.
—Frans de Waal (1)
With Darwin came the realization that whatever traits humans share as a species are not gifts from the gods but outcomes of biological evolution. Reason, being such a trait, must have evolved. And why not? Hasn’t natural selection produced many wondrous mechanisms?
—Hugo Mercier and Dan Sperber (2)
The human mind is a device for survival and reproduction, and reason is just one of its various techniques.
—Edward O. Wilson (3)
Reason is a very rare evolutionary phenomenon. Perhaps it has been so exceptional in nature because the genus Homo is the only one endowed by evolution with a specific series of characteristics that I will discuss in this series of posts on Reason. According to Edward O. Wilson, probably the most important feature of our species is eusociality—true sociality. In eusocial species, there are individuals that are primarily engaged in tasks that benefit the group, often foregoing their own ability to reproduce.
In addition to eusociality, we have a size suitable to support a large brain, hands with opposing thumbs that allow us to manufacture and use tools, and a configuration of the larynx that allows us to use our vocal cords in a complex language with an infinite capacity to express concepts (3).
Although it might come as a surprise to some people, evolution did not stop at the neck of the human species, before reaching the brain and all the functions this organ performs. Reason is a natural feature that appeared within the framework of evolution and became an unrivaled adaptation to the environment. It creates advantages for the individual and, in our case, being a eusocial species, for the social group. Individuals and groups that were more competent using the tool of reason had an evolutionary advantage and greater success in passing their genes to descendants (3).
The cerebral prefrontal cortex is the anterior part of the brain’s frontal lobes. This region is involved in complex cognitive behavior, learning abstract norms, personality expression, decision-making, social behavior, speech, and language. Among other functions, this area of the brain coordinates thoughts and actions according to the goals of the individual and is involved in evaluating future consequences of actions. This part of the brain reaches maturity only in one’s late twenties (4).
Interestingly, the biggest difference between the prefrontal cortex of an adult Homo sapiens and an adolescent or a monkey—no comparison intended—is the number of neurons with receptors for the neurotransmitter gamma-aminobutyric acid (GABA), which is much higher in an adult. GABA is the main inhibitory neurotransmitter in the mammalian central nervous system. Therefore, quite possibly the difference lies in the greater ability in adults to inhibit—perhaps more correctly, repress—our species’ most primary and instinctive reactions because such impulsive reactions could be more socially compromising for the individual (4). The assumption that a prehistoric Homo sapiens would live only over 30 years on average is widely questioned. If the assumption is close to what really happened, the late maturation of the prefrontal cortex might have produced tribal "elder" councils comprised of members in their thirties, with few exceptions. Perhaps now we can better explain our own youth age, when many of us were convinced that we knew more and could do things better than our elders, displacing them, if possible, in their position as alpha leader.
Since reason appeared in the framework of evolution as one of the techniques used by the mind for survival and reproduction, it is not surprising that it can be considered a slave to the passions. As Scottish Enlightenment philosopher David Hume once said, "Reason is, and ought only to be the slave of the passions, and can never pretend to any other office than to serve and obey them” (5).
Psychologists have identified five types of personality traits that can range from extremes: introverted or extroverted, neurotic or stable, curious or indifferent, pleasant or antagonistic, and conscientious or dispersed (6). Therefore, it is no surprise that humans can demonstrate a difference in reactions and reasonings in the face of the same reality based on each one’s personality, among other causes such as biological age and life experience.
Versión en español:
Uno puede sacar al simio de la jungla, pero no la jungla del simio.
—Frans de Waal (1)
Con Darwin se hizo evidente de que cualquier rasgo que los humanos comparten como especie no son regalos de los dioses, sino resultados de la evolución biológica. La razón, siendo tal rasgo, debe haber evolucionado. ¿Y por qué no? ¿No ha producido la selección natural muchos mecanismos maravillosos?
—Hugo Mercier and Dan Sperber (2)
La mente humana es un dispositivo para la supervivencia y la reproducción, y la razón es sólo una de sus diversas técnicas.
—Edward O. Wilson (3)
La razón es un fenómeno evolutivo muy escaso. Tal vez haya sido tan excepcional en la naturaleza porque el género Homo es el único dotado por la evolución con una serie específica de características que discutiré en esta serie de publicaciones sobre la razón. Según Edward O. Wilson, probablemente la característica más importante de nuestra especie es la eusocialidad, la verdadera socialidad. En las especies eusociales, hay individuos que se dedican principalmente a tareas que benefician al grupo, a menudo renunciando a su propia capacidad de reproducirse.
Además de la eusocialidad, tenemos un tamaño adecuado para soportar un cerebro grande, manos con pulgares opuestos que nos permiten fabricar y utilizar herramientas, y una configuración de la laringe que nos permite utilizar nuestras cuerdas vocales en un lenguaje complejo con una capacidad infinita para expresar conceptos (3).
Aunque podría ser una sorpresa para algunas personas, la evolución no se detuvo en el cuello de la especie humana, antes de llegar al cerebro y a todas las funciones que realiza este órgano. La razón es una característica natural que apareció en el marco de la evolución y se convirtió en una adaptación inigualable al medio ambiente. Crea ventajas para el individuo y, en nuestro caso, al ser una especie eusocial, para el grupo social. Los individuos y grupos que fueron más competentes utilizando la herramienta de la razón tuvieron una ventaja evolutiva y un mayor éxito en transmitir sus genes a los descendientes (3).
La corteza prefrontal cerebral es la parte anterior de los lóbulos frontales del cerebro. Esta región está involucrada en el comportamiento cognitivo complejo, el aprendizaje de normas abstractas, la expresión de la personalidad, la toma de decisiones, el comportamiento social, el habla y el lenguaje. Entre otras funciones, esta área del cerebro coordina pensamientos y acciones de acuerdo con los objetivos del individuo y está implicada en la evaluación de las consecuencias futuras de las acciones. Esta parte del cerebro alcanza la madurez solo a finales de la década de los veinte años de edad.
Curiosamente, la mayor diferencia entre la corteza prefrontal de un Homo sapiens adulto y un adolescente o un mono (sin intención de comparación), es el número de neuronas con receptores para el neurotransmisor ácido gamma-aminobutírico (GABA), que es mucho mayor en un adulto. GABA es el principal neurotransmisor inhibidor en el sistema nervioso central de los mamíferos. Por lo tanto, muy posiblemente la diferencia radica en la mayor capacidad de los adultos para inhibir, o tal vez más correctamente, reprimir, las reacciones más primarias e instintivas de nuestra especie porque tales reacciones impulsivas podrían ser más comprometedoras socialmente para el individuo (4). La suposición de que un Homo sapiens prehistórico viviría poco más de 30 años en promedio es ampliamente cuestionada. Si la suposición se acerca a lo que realmente sucedió, la maduración tardía de la corteza prefrontal podría haber producido consejos tribales de "ancianos" compuestos por treintañeros, con pocas excepciones. Quizás ahora podamos explicar mejor nuestra juventud, cuando muchos de nosotros estuvimos convencidos de que sabíamos más y podíamos hacer las cosas mejor que nuestros mayores, desplazándolos, de paso, de su posición de líder alfa.
Dado que la razón apareció en el marco de la evolución como una de las técnicas utilizadas por la mente para la supervivencia y la reproducción, no es de extrañar que pueda considerarse esclava de las pasiones. Como dijo una vez el filósofo escocés de la Ilustración David Hume: "La razón es, y sólo debe ser, la esclava de las pasiones, y nunca puede pretender ningún otro oficio que servirlas y obedecerlas" (5).
Los psicólogos han identificado cinco tipos de rasgos de personalidad que pueden ir desde extremos: introvertidos o extrovertidos, neuróticos o estables, curiosos o indiferentes, amables o antagónicos, y concienzudos o dispersos (6). Por lo tanto, no es de extrañar que los humanos puedan demostrar grandes diferencias en las reacciones y razonamientos frente a la misma realidad, en función de la personalidad de cada uno, entre otras causas como la edad biológica y la experiencia de vida.
Images / Imágenes:
David Hume. Painting by / Cuadro de Allan Ramsay. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Allan_Ramsay_-_David_Hume,_1711_-_1776._Historian_and_philosopher_-_Google_Art_Project.jpg. Public domain, via Wikimedia Commons.
References / Referencias:
1. Frans de Waal. Our Inner Ape. The Best and Worst of Human Nature. Granta Publications, London, 2005.
2. Hugo Mercier and Dan Sperber. The Enigma of Reason. A New Theory of Human Understanding. Penguin books, Penguin Random House UK, 2017.
3. Edward O. Wilson. On Human Nature. Harvard University Press, Cambridge, MA, 1978/2004.
4. Daniel J. Levitin. Successful Aging: A Neuroscientist Explores the Power and Potential of our Lives. Dutton, New York, 2020.
5. David Hume. A treatise of Human Nature: Being an Attempt to Introduce the Experimental Method of Reasoning into Moral Subjects. 1739/1985. Penguin Classics, London.
6. Steven Pinker. The Blank Slate. The Modern Denial of Human Nature. Allen Lane, Penguin Random House UK, 2002.
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