Progreso (VI): Hambre y pobreza
The COVID-19 pandemic became a major setback in one of the U.N.'s most important Sustainable Development Goals (SDGs), the eradication of hunger by 2030. Today that objective seems to be out of reach if no further action is taken. We must remember that hunger and famines are not accidents, and that they exist because of our actions—or our lack of actions (1).
The global population with insufficient access to food had fallen from 28% in 1970 to 11% in 2015, despite the fact that the world population almost doubled during that time (2). Regrettably, since 2015 the number of people suffering from hunger increased to 690 million in 2019 (8.9% of the world population) and is projected to reach 840 million in 2030. This deprivation is focused once again in Africa, affecting 20% of the population precisely where the highest population growth will take place. By 2030 25% of Africans may suffer from hunger, which would represent 50% of the world's population in that situation (3). All that happens at the same time in which obesity, a marginal phenomenon only five decades ago, has exploded. Today, obesity is one the top—if not the main—causes of health threats. In 2015, 2 billion people were obese and obesity caused 4 million deaths annually, with an estimated cost of 2.8% of global gross domestic product (4).
Extreme poverty has been defined as living on less than about U.S. $2 per person per day (2). It should be noted here that U.S. $2 equals 2 international dollars, meaning that an international dollar buys in another country a comparable amount of goods and services a U.S. dollar would buy in the U.S. The amount of U.S. $2 is a value corrected for past economic periods by taking into account the cost of living and accumulated inflation. The world’s population living on U.S. $2 dollars or less fell from almost nine out of ten people in 1800 to less than 1 out of 11 people in 2017 (2) in spite of the enormous growth of the world’s population during that time, from 1 billion to about 7.5 billion. Just 33 years ago, in 1990, about 2 billion people still lived on U.S. $2 a day or less; by 2018 the number had dropped to about 0.5 billion. Prior to the COVID-19 pandemic it was projected that by 2030 the population living in extreme poverty would decline to 0.45 billion out of a projected world’s population of 9 billion (5). Knowing that most of these people will live in sub-Saharan Africa allows to target the greatest efforts to combat poverty where they are most needed. Despite the progress in reducing extreme poverty, each single case is an individual tragedy, a global shame, and absolutely unnecessary with the economic development our world has achieved. The best available estimates suggest that global per capita income increased by a factor of more than 10 between 1700 and 2012. Maybe it is time to think again about the distribution of that per capita income growth to end extreme poverty and hunger (6-9).
Estimated percentage of population in extreme poverty in 2030 (reference 5) / Porcentaje estimado de población en extrema pobreza en 2030 (referencia 5)
There are many more indicators of the global progress that will ultimately dismount the horsemen of the Apocalypse of hunger, and maybe as well reduce poverty and extreme inequality (2). The world’s percentage of girls attending primary school was 65% in 1970 and rose to 90% in 2015. Child labor (5 to 14-year-olds), fulltime and in poor conditions, fell from affecting 28% of world’s kids in 1950 to 10% in 2012. Globally the percentage of literate adults was only 10% in 1800, but it grew to 86% in 2016. In 1893 there was only one country in which women had the right to vote; that number grew to 193 countries in 2017—practically the same figure as the U.N. member states. In 1991 72% of the world's population had access to electricity, at least partially, and that figure rose to 85% in 2014. Deaths from natural disasters fell 13-fold from the 1930s to the period between 2010 and 2016, thanks to international mechanisms to help countries with fewer resources. One example of progress related to food production is that cereal crop yields increased almost threefold in 2014 compared to 1961.
If we look at politics, the percentage of the world's population living in democracy increased from 1% in 1816 to 56% in 2015, but obviously, this figure is not satisfactory and needs to improve (2). Despite this political advance, a significant part of the populations of democratic countries seem to suffer from chronic dissatisfaction with characteristics common to democracy, perhaps because they do not perceive them as a result of our human nature. Among their sources of discontent are the feeling (often real) of favoritism for elites, and the inequality of treatment and opportunity, if not the overt corruption. All this is more evident in a transparent and open democratic society than in an authoritarian one.
More about how Progress is dismounting the four horsemen of the Apocalypse in future posts.
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Versión en español
La pandemia de COVID-19 se convirtió en un gran revés para uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) más importantes de la ONU, la erradicación del hambre para 2030. Hoy ese objetivo parece estar fuera de alcance si no se toman más medidas. Debemos recordar que el hambre y las hambrunas no son accidentes, y que existen debido a nuestras acciones, o nuestra falta de acciones (1).
La población mundial con acceso insuficiente a los alimentos había caído del 28% en 1970 al 11% en 2015, a pesar de que la población mundial casi se duplicó durante ese tiempo (2). Lamentablemente, desde 2015 el número de personas que padecen hambre aumentó a 690 millones en 2019 (8,9% de la población mundial) y se prevé que alcance los 840 millones en 2030. Esta privación se centra una vez más en África, afectando al 20% de la población precisamente donde se producirá el mayor crecimiento demográfico. Para 2030, el 25% de los africanos podría padecer hambre, lo que representaría el 50% de la población mundial en esa situación (3). Todo eso sucede al mismo tiempo en que la obesidad, un fenómeno marginal hace solo cinco décadas, ha disparado su frecuencia. Hoy en día, la obesidad es una de las mayores causas, si no la principal, entre las amenazas para la salud. En 2015, 2.000 millones de personas eran obesas y la obesidad causó 4 millones de muertes anuales, con un coste estimado del 2,8% del producto interno bruto mundial. (4).
La pobreza extrema se ha definido como vivir con menos de 2 dólares estadounidenses por persona y día (2). Cabe señalar aquí que US $ 2 equivale a 2 dólares internacionales, lo que significa que un dólar internacional compra en otro país una cantidad comparable de bienes y servicios que un dólar estadounidense compraría en los EE.UU. La cantidad de US $ 2 es un valor corregido por períodos económicos pasados teniendo en cuenta el coste de la vida y la inflación acumulada. La población mundial que vive con US $ 2 dólares o menos cayó de casi nueve de cada diez personas en 1800 a menos de 1 de cada 11 personas en 2017 (2) a pesar del enorme crecimiento de la población mundial durante ese tiempo, de 1.000 millones a aproximadamente 7.500 millones. Hace apenas 33 años, en 1990, alrededor de 2.000 millones de personas todavía vivían con US $ 2 al día o menos; en 2018, el número se había reducido a alrededor de 500 millones. Antes de la pandemia de COVID-19, se proyectaba que para 2030 la población que vivía en la pobreza extrema disminuiría a 450 millones de una población mundial esperada de 9.000 millones (5). Saber que la mayoría de estas personas vivirán en el África subsahariana permite dirigir los mayores esfuerzos para combatir la pobreza donde más se necesitan. A pesar del progreso en la reducción de la pobreza extrema, cada caso es una tragedia individual y una vergüenza global absolutamente innecesaria con el desarrollo económico que nuestro mundo ha logrado. Las mejores estimaciones disponibles sugieren que los ingresos per cápita promedio mundiales aumentaron en un factor de más de 10 entre 1700 y 2012. Tal vez sea hora de pensar de nuevo en la distribución de ese crecimiento de los ingresos per cápita para acabar con la pobreza extrema y el hambre (6-9).
Porcentaje estimado de población en extrema pobreza en 2030 (referencia 5)
Hay muchos más indicadores del progreso global que finalmente desmontarán al jinete del Apocalipsis del hambre, y tal vez también reducirán la pobreza y la desigualdad extrema (2). El porcentaje mundial de niñas que asisten a la escuela primaria fue del 65% en 1970 y aumentó al 90% en 2015. El trabajo infantil (de 5 a 14 años), a tiempo completo y en malas condiciones, pasó de afectar al 28% de los niños del mundo en 1950 al 10% en 2012. A nivel mundial, el porcentaje de adultos alfabetizados era solo del 10% en 1800, pero creció al 86% en 2016. En 1893 sólo había un país en el que las mujeres tenían derecho a votar; ese número creció a 193 países en 2017, prácticamente la misma cifra que los estados miembros de la ONU. En 1991, el 72% de la población mundial tenía acceso a la electricidad, al menos parcialmente, y esa cifra aumentó al 85% en 2014. Las muertes por desastres naturales se redujeron 13 veces desde la década de 1930 hasta el período comprendido entre 2010 y 2016, gracias a los mecanismos internacionales para ayudar a los países con menos recursos. Un ejemplo del progreso relacionado con la producción de alimentos es que los rendimientos de los cultivos de cereales aumentaron casi tres veces en 2014 en comparación con 1961 (2).
Si miramos a la política, el porcentaje de la población mundial que vive en democracia aumentó del 1% en 1816 al 56% en 2015, pero obviamente, esta cifra no es satisfactoria y necesita mejorar (2). A pesar de este avance político, una parte significativa de las poblaciones de los países democráticos parecen sufrir de insatisfacción crónica con las características comunes a la democracia, tal vez porque no las perciben como resultado de nuestra naturaleza humana. Entre sus fuentes de descontento están el sentimiento (a menudo real) de favoritismo para las élites, y la desigualdad de trato y oportunidad, si no la corrupción abierta. Todo esto es más evidente en una sociedad democrática transparente y abierta que en una autoritaria.
Más sobre cómo el progreso está desmontando a los cuatro jinetes del Apocalipsis en futuras publicaciones.
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References / Referencias
1. Editorial. Hunger and famine are not accidents — they are created by the actions of people. Nature 619:8, 2023. https://www.nature.com/articles/d41586-023-02207-2.
2. Hans Rosling. Factfulness. Ten Reasons We’re Wrong About the World - And Why Things Are Better Than You Think. Sceptre, London, 2018.
3. FAO, IFAD, UNICEF, WFP and WHO. 2020. In brief to The State of Food Security and Nutrition in the World 2020. Transforming food systems for affordable healthy diets. Rome, FAO, https://doi.org/10.4060/ca9699en. Accessed on March 31, 2022.
4. Boyd A. Swinburn et al., “The Global Syndemic of Obesity, Undernutrition, and Climate Change: The Lancet Commission Report,” The Lancet 393 (2019): 791–846, https://doi.org/10.1016/S0140-6736(18)32822.
5. Max Roser and Esteban Ortiz-Ospina (2013) - "Global Extreme Poverty". Published online at OurWorldInData.Org. Retrieved from: https://ourworldindata.org/extreme-poverty. Accessed on March 15, 2022.
6. Thomas Piketty. Capital in the Twenty-First Century. Harvard University Press, Cambridge, MA 2014.
7. Thomas Piketty. A Brief History of Equality. Harvard University Press. Cambridge, Massachusetts, 2022.
8. Thomas Piketty, Rana Foorohar in “Capital in the Twenty-First century” Movie. Director: Justin Pemberton. Studiocanal, 2018.
9. Paul Solman and Simone Pathe. https://www.pbs.org/newshour/nation/piketty-u-s-birthplace-freedom-progressive-taxation. Accessed on August 16, 2023.
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